El padre vio que no sería buen comerciante, y lo destinó al estudio.
La vida de Medardo se ubica en tiempos del nacimiento del reino cristiano franco, surgido de las entrañas de la barbarie.
Recordemos que el primer rey cristiano de la dulce y bella Francia fue Clovis, que gobernó del 481 al 511. En la Batalla de Tolbiac (496), Clovis prometió al Dios de su esposa Clotilde (Santa Clotilde, con quien se había casado tres años antes) que si él vencía a sus enemigos alamanos se haría cristiano. Venció y cumplió su promesa.
De acuerdo a versiones del martirologio romano, Medardo nace en lo que hoy es Salency, en la Picardía francesa. En las cercanías de Salency se ubica Noyon, que como veremos fue la sede de su posterior episcopado. Su padre era franco y su madre galorromana.
Por su bondad natural y caridad, parece que el padre vio que no sería un buen comerciante, y lo destinó a estudiar en la escuela episcopal de Veromandrudum, en lo que hoy es Bélgica. Como estudiante ayudaba a los compañeros pobres incluso dándoles su propia comida.
Se ordena pues sacerdote.
Protector de la propiedad
Cuentan las tradiciones que un día un campesino le robó una vaca, que tenía un cencerro, la campana para las vacas, que no paraba de sonar. Llegado a su casa el campesino le quitó el cencerro y lo tiró, pero este seguía sonando. Tuvo que enterrarlo y aún bajo tierra, la campana seguía emitiendo su sonido. Angustiado por el hecho, el campesino devolvió la vaca a San Medardo y le contó lo sucedido. El santo le respondió que la campana que sonaba era la voz de su conciencia, que no lo dejaría tranquilo hasta que restituyese el bien robado.
Se narra también que tenía el santo unas colmenas muy productivas, y que un día llegó un ladrón por la miel, pero las abejas lo persiguieron tan insistentemente que no tuvo otro refugio sino… la propia casa del santo. Arrepentido, le pidió a San Medardo que lo perdonase y rezase por él. El sacerdote le dijo: “Esto es señal de los castigos que te pueden llegar si sigues robando”. Se cuenta que no volvió a robar.
A la muerte de Alomer, obispo de Noyons, y quien lo había protegido, San Medardo se convierte en el nuevo obispo.
Ser obispo en un reino aún bárbaro aunque convertido, es labor de celoso y persistente pastor. Las costumbres bárbaras no desaparecen de la noche a la mañana: violencia, superstición, pillaje, etc. Y es justamente el trabajo del pastor, por medio de los sacramentos y la enseñanza, el que va logrando configurar la figura del cristiano. A esta labor se dedicó el santo y así se santificó.
La bondad, fue una de las varias características de San Medardo que traspasó los tiempos y llegó hasta nosotros.
Muere a mediados del S. VI, y sus restos se trasladan a la Abadía de Soissons. Allí, ellos fueron venerados por creyentes francos, hijos de aquellos que San Medardo había ayudado a civilizar y cristianizar.
Los campesinos se encomiendan a San Medardo en tiempos de cosecha, y para que los proteja de quienes atentan contra la propiedad.
Tomado de: Gaudium Press en Español