Cuanto más estables y equilibradas son las relaciones familiares, “más capaces son de generar adultos sólidos”, dice Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.
Es necesario trabajar en red, “compartir experiencias, conocimientos, metodologías e investigaciones” para afrontar mejor los “desafíos que ponen en juego la subsistencia de la familia cristiana y los valores ligados a la transmisión de la vida humana”, y para ello es necesario “crear un flujo de pensamiento cristiano tangible, compartible y sobre todo comunicable desde las universidades a quienes forman a los laicos en la pastoral familiar”, para hacer llegar el pensamiento cristiano a las nuevas generaciones.
Este fue el punto de partida de la ponencia que Gabriella Gambino, Subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, pronunció en el congreso sobre “La salud relacional en los vínculos familiares” celebrado el 25 y 26 de junio en Ciudad de México, en la Universidad Anáhuac.
Formar a los laicos para cuidar las relaciones de pareja
El evento es patrocinado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y organizado por la Red Internacional de Institutos Universitarios de la Familia (Rediuf), entidad creada tras el Encuentro Mundial de las Familias de Dublín 2018 a la que se han adherido más de 70 institutos universitarios y centros de familia de todo el mundo.
Gambino afirmó que hay que esforzarse por formar a los laicos en un compromiso público y político para devolver importancia y prioridad a la familia en todos los ámbitos en los que pueda generar el bien común.
Recuperar el valor de la familia
Es necesario “recuperar el valor social y jurídico del matrimonio; reconocer y apoyar la apertura de las familias a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural; dar valor social, político y jurídico a los vínculos familiares”, señaló la subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.
La catedrática explicó que hoy la secularización “y el nihilismo de nuestra cultura que, en la vida práctica, se traduce en vivir como si Dios no existiera, separando dramáticamente nuestra realidad familiar y cotidiana de la trascendencia, están provocando serias dificultades en la evangelización y en la transmisión de la fe de una generación a otra, especialmente en el seno de las familias”.
Los jóvenes no se casan, no viven la vida eclesial, continuó la experta, “viven relaciones afectivas y sexuales inestables, transitorias y experimentales”, y debido a las precarias condiciones económicas y sociales en las que se encuentran, “anteponen el trabajo y la vida profesional al nacimiento de los hijos”.
Vivir un estilo de vida cristiano
El problema es que “las familias no tienen las herramientas para aprender a vivir un estilo de vida cristiano en su interior, para tener esas relaciones entre ellas que ayuden a crecer a cada uno dentro de procesos educativos virtuosos”, aclaró la subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.
“Cuanto más estables y equilibradas son estas relaciones, más capaces son de generar adultos sólidos, maduros, valientes a la hora de afrontar la vida, conscientes del objetivo y de los valores que deben guiarles”, añadió Gambino, señalando que numerosos estudios “demuestran que la mayoría de los individuos en riesgo de desviación proceden de situaciones familiares de escasa vinculación”.
Por eso es importante “trabajar en una cultura del vínculo en el plano educativo”, mientras que “en el plano normativo del derecho de familia, sería urgente valorizar estos vínculos, en lugar de hacerlos cada vez más frágiles e incapaces de proteger a los sujetos implicados”, dijo la catedrática, agregando que es necesario “desarrollar nuevos conocimientos y competencias que puedan ayudar a la pastoral familiar en el acompañamiento y discernimiento de las familias”.
Tomado de: Gaudium Press en Español